“He recorrido mucho mundo, mon ami, y he visto más que muchos mortales
aún sumando sus vidas. Y todavía me sorprende lo lejos que la traición
puede llevar al hombre”, me dijo el Corto, esta vez en un momento que
agotábamos a paso cansino las playas de Makassar.
Debo aclarar que mi estadía en la casa del Corto Maltés duró más
de las dos semanas que inicialmente me ofreciera. Ahora creo que estaba
cansado y si bien nuestras conversaciones nunca fueron muy extensas,
extrañaba el diálogo y, especialmente, alguien que le hablara un poco de
su querida Argentina, allí donde vivió aventuras inolvidables.
“Mi época ha pasado”, añadió una vez con desencanto y allí le
recordé las palabras de su principal biógrafo, el italiano Hugo Pratt,
allá por 1980, quien justificaba su ausencia diciendo que "en un mundo
donde todo es electrónico, donde todo se encuentra calculado e
industrializado, no hay lugar para un tipo como Corto Maltese". El Corto
rió de buena gana, con un sonido parecido al de un gato tosiendo.
“Discúlpeme, pero pienso que ese hombre llegó a conocerme bien”, se
limitó a señalar, sonriendo.
En el fondo de mi conciencia, sabía que tampoco yo coincidía en
este mundo. El mar estaba esperando, como una invitación, como un telón
de fondo, mientras el Corto, en primer plano, aún destilaba en pequeñas
dosis sus palabras.
“No conozco mucha gente que no diga que no hay que mentir, pero a
diario esa misma gente abarata su boca con las más baratas de las
mentiras”, me dijo esa misma tarde. “Es cierto”, señalé. Me quedé un
rato pensativo y agregué que casi siempre, “las más baratas de las
mentiras terminan siendo más caras que la más cara de las verdades”.
El Corto me miró, nuevamente, con sus característicos ojos
entrecerrados. “Quisiera que extendiera por más tiempo el honor de su
visita”, dijo. “El honor de su hospitalidad es mío, capitán. Y realmente
me gustaría conocer la historia que se diluye luego de que usted fuera a
la guerra de España”, contesté.
Mirando fijo el horizonte, el Corto apenas levantó la comisura
derecha de sus labios, satisfecho. “Veo que sabe negociar”, dijo.
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